Quito, 30 de mayo de 2020 – El COVID-19 nos tomó por sorpresa y puso en evidencia la fragilidad del sistema, en especial en lo que a salud respecta. Su rápido y vertiginoso alcance ha hecho no sólo que modifiquemos nuestro estilo de vida, sino que, en algunos casos, cuestionemos nuestras creencias en el campo de la salud, reconsiderando lo que es “realmente” seguro para nosotros y nuestras familias. 

Sin que sea lo mejor o lo más adecuado según la fisiología del parto, lo más común en las urbes del Ecuador es que las mujeres vayan directamente a un hospital o una clínica de especialidades para dar a luz; y que el profesional de su elección para controlar el embarazo y atención del parto sea un ginecobstetra. Mientras tanto, en el Ecuador rural sucede lo contrario, pues el lugar de mayor elección para parir es la casa y el profesional la partera.

Un estudio reciente realizado en Estados Unidos, publicado el 14 de mayo de 2020, analiza las visiones de distintos profesionales y profesionistas de la atención del parto y nacimiento (ginecólogos, obstetras, parteras y doulas) en cuanto a la atención del parto en el contexto de la pandemia; dicho estudio se pregunta si el COVID-19 hace que las mujeres, las familias y los proveedores de salud miren el parto de una manera diferente. De ser así, el estudio busca responder a las siguientes interrogantes: ¿con qué rapidez y de qué manera están cambiando las prácticas de atención de partos debido a la pandemia?; ¿las parejas y las doulas están siendo excluidas de las salas de partos dejando a las madres sin apoyo?; ¿los hospitales se enfrentan con la falta de equipos de protección adecuada y no tienen claras las pautas para atender partos en el contexto de la pandemia?; ¿las mujeres están eligiendo más parir fuera de los hospitales o en sus casas?

Si bien el estudio refleja la realidad de Estados Unidos, ésta no dista de la problemática ecuatoriana. El impacto de la pandemia en el colapso y saturación del sistema de salud hospitalario y el reconocimiento casi generalizado de los hospitales como lugares en donde existe una mayor posibilidad de contagio del COVID-19 ha traído consigo como consecuencia el miedo a parir en un sistema hospitalario y el miedo a contagiarse durante las visitas a clínicas y hospitales por las consultas prenatales. La pandemia a magnificado esta lógica, pero eso no quiere decir que no existía. Strong en el 2016 y Schwartz en el 2019, publicaron estudios que describen algo similar. De acuerdo a los autores, «el estado de infección desconocido de las mujeres embarazadas, y que los hospitales se convierten en centros de captación de enfermedades infecciosas, provoca vacilación para buscar atención médica por complicaciones obstétricas no infecciosas» (Strong y Schwartz 2016, 2019).

En general, ¿Es adecuado acudir directamente al hospital para la atención del parto? ¿Debe el parto ser atendido siempre por un ginecobstetra? En el Ecuador, según el Ministerio de Salud Pública (MSP), los partos normales de bajo riesgo, que constituyen el 90% de los casos, deben ser atendidos en unidades de salud de primer nivel, unidades calificadas como “Tipo C”, conocidas también como “Maternidades de Corta Estancia”, que tienen como característica principal el no tener camas para hospitalización y tampoco quirófanos para la realización de cirugías, es decir, son lugares en capacidad para atender únicamente partos —no cesáreas—, y que luego de 6 u 8 horas después del parto, las madres y bebés sean dados de alta. De este modo, la única competencia de los hospitales es la atención de partos de alto riesgo y la atención de partos por cesárea, que constituyen el 10% restante de los casos. Por otro lado, el MSP reconoce a los médicos generales, obstetras/obstetrices (profesionales de tercer nivel) y a las parteras tradicionales como los profesionales calificados para atender un parto normal de bajo riesgo, siendo necesaria la intervención de un ginecobstetra (profesional de cuarto nivel) únicamente cuando existen patologías detectadas durante el embarazo y son quienes estarían en la capacidad de realizar una cesárea en el caso de requerirse.

En Estados Unidos, la Fundación para el Avance de la Partería (FAM) emitió un comunicado el 23 de marzo de 2020, sobre partos fuera del hospital y planificación durante la pandemia, estas son algunas de las recomendaciones que podrían ser tomadas en cuenta para nuestro país:

  • Durante una pandemia, cuando los hospitales están abrumados con personas enfermas, cada vez más embarazadas sanas buscan dar a luz fuera del hospital.
  • Las barreras para el parto fuera del hospital deben eliminarse durante una pandemia para satisfacer la demanda y aliviar la presión sobre los hospitales.
    • Despenalizando la práctica de la partería en todos los estados y territorios. (Si bien en el Ecuador la partería no está penalizada, se podría proponer al MSP que facilite la práctica de la partería en todo el territorio, no solo para las comunidades, pueblos y nacionalidades del Ecuador, sino también mediante el reconocimiento y validación de la partería urbana).
    • Proporcionando a todas las parteras en ejercicio información, equipo y recursos sobre riesgos de la pandemia, así como respuesta para promover la seguridad de la fuerza laboral y del público.
    • Eliminando las barreras para practicar de manera autónoma y asistir a partos fuera del hospital. (En el caso del Ecuador, se podría fomentar que no solo las parteras tradiciones, sino también los médicos generales y los obstetras/obstetrices puedan asistir partos fuera del hospital).
    • Reconocer y tratar a las parteras como proveedores de atención, con acceso a los recursos, exenciones, licencia provisional y órdenes especiales de respuesta ante una pandemia.
  • Eliminar las barreras para abrir nuevos centros de parto independientes para aumentar la capacidad. (En el Ecuador casas de parto, con capacidad de atención de las unidades de salud “Tipo C”) 
  • Agilizar a las parteras estudiantiles con licencias provisionales cuando estén cerca de completar su certificación. (En el Ecuador a las estudiantes de Obstetricia y también a aquellas parteras formadas y en formación de programas internacionales que en la actualidad no son reconocidos por la SENESCYT) 
  • Preservar el personal del hospital y las camas para la respuesta a la pandemia alentando a los hospitales y proveedores hospitalarios para derivar los nacimientos de bajo riesgo a la atención de maternidad fuera del hospital.
  • Requerir que los hospitales cumplan con los protocolos de transferencia de mejores prácticas para garantizar una interfaz segura y eficiente con proveedores de partos fuera del hospital cuando una paciente en trabajo de parto necesita un mayor nivel de atención.

Estos trabajos y recomendaciones operativas los realizan equipos multidisciplinarios de investigadores convencidos de que el parto no es una enfermedad sino un proceso fisiológico y parte fundamental en la vida sexual de la mujer y de la constitución de la familia; que buscan regresar la responsabilidad y el poder de parir a las mujeres. Si bien es cierto que el parir es un acto natural e instintivo, tampoco se debe olvidar que una preparación apropiada es indispensable para tomar decisiones conscientes e informadas.

La propuesta, tanto para las mujeres que están por parir como para sus familias, sería trabajar antes del parto para conocer sus opciones, empoderarse de sus procesos y trabajar sus miedos. En mi experiencia como terapeuta y acompañante de partos, al trabajar con mujeres gestantes en sus procesos de preparación al parto, me he dado cuenta que las emociones son la base que mueve la vida, la emociones nos dirigen, hay que tomar en cuenta al individuo como un ser emocional, que no solamente implica la necesidad de sentirse acogido e incluido, sino que las mujeres y sus acompañantes puedan expresar sus emociones, desarrollar el autoconocimiento, aprender a mirar hacia adentro, conocer las herramientas que les permitan ser artífices de su propio destino, lo que quiere decir que desde un acompañamiento humanista «…pretendemos favorecer su autoayuda para reposeer su propio cuerpo, para entregarle el conocimiento de sí que se ha negado» (Schnake, 2002; 157).

Parte importante para la toma de decisiones en tiempos de COVID-19 pasa por la necesidad de asumir el compromiso responsable de informarnos, es decir de responsabilizarnos de nosotras mismas, tomando decisiones informadas, sin permitir que nos den decidiendo, utilizando al miedo como herramienta. La decisión debe ser hecha por cada mujer, a través del corazón, de la mente, de la evidencia, del estudio, del sentir, de la intuición, de la cabeza, de la estadística, del útero, es decir, de todo aquello que decidamos por nuestra propia voluntad escuchar y que a su vez nos configure como un seres únicos e irrepetibles.


Texto: Elisa Costales, MSc. SIG mención en Salud Pública, Terapeuta Emocional, Doula