Por Alejandra Santillana Ortiz y Antonio Villarruel

Quito, 14 de febrero de 2021


Hoy en Ecuador ya no es suficiente eliminar el racismo atávico de las élites blancas y huasipungueras tradicionales. El posible paso del candidato indígena de Pachakutik, Yaku Pérez Guartambel, a la segunda vuelta de las presidenciales, ha provocado una ola inaudita de comentarios en los que el presentismo y la supuesta excepcionalidad del progresismo correísta han perfilado discursos colonialistas y racistas, recalentados con disparatadas teorías conspirativas que señalan a Pérez Guartambel como parte de una estrategia de la derecha para arrebatar el poder a la supuestamente más pulida expresión democrática sudamericana.

En lugar de entrar a la discusión del proyecto político y del plan de gobierno para estas elecciones (plan que no termina de convencer ni es todo lo que hubiéramos querido), frente al problema del sujeto múltiple o al proceso de larga data del movimiento indígena ecuatoriano (bemoles, contradicciones, disputas internas, tendencias), analistas e intelectuales defensorxs de la revolución ciudadana han concentrado sus capacidades mediáticas para deslegitimar esta posibilidad bajo argumentos colonialistas que muestran un profundo desconocimiento de los debates y dinámicas del movimiento, y visibilizan la ausencia y desinterés por escuchar lo que lxs propixs compañerxs indígenas sostienen. El binarismo del correísmo expresa nuevamente una concepción limitada de un sujeto y actor político de larga data, y presenta el escenario como si de indígenas buenxs vs malxs, indígenas verdaderxs vs falsxs, dirigencias vs bases, movimiento social vs movimiento político, se tratara.

A esta retórica se suman otros ejemplos de cómo el correísmo concibe a los sujetos subalternos y excluidos de la modernidad blanqueada, burguesa y patriarcal. Es así que se explican las declaraciones del expresidente Correa, quien afirmó, el viernes 5 de febrero, que las mujeres en el Ecuador abortaban por hedonismo, presas de una actividad sexual frenética y dispuestas a «quitarse el hijo después de tres o cuatro meses». Para Correa, y esto es clarísimo después de casi catorce años de misoginia y racismo, las mujeres no son solo p*tas. Son también incubadoras de fuerza de trabajo. Más allá de este comentario aberrante, vuelve como en los años ochenta la pontificación profesoral que no se esfuerza por conocer la historia de los movimientos sociales, sus demandas y luchas.

En estos días hemos visto cómo lxs intelectuales del progresismo consideran que lo nacional popular es una matriz única de operación exacta en todo lugar. Una vez más, la teoría del norte describiendo y paternalizando a los movimientos indígenas. De manera repetida vemos cómo anteponen la especulación teórica pseudoerudita al reconocimiento de la presencia del campo popular organizado en las calles, no únicamente en octubre de 2019, sino como experiencia por más de treinta años, aún durante los diez años correístas de criminalización y judicialización de la protesta social. La candidatura de Pérez ciertamente refleja déficits políticos: la masculinización del discurso político es evidente y los derechos sexuales son demandas relegadas a un plano secundario. Falta también mayor claridad en el modelo económico productivo y su vínculo con la economía del cuidado. Aun así, nada de esto abre ruta para diagnósticos delirantes y, como siempre, paternalistas y colonialistas con las trayectorias de los movimientos indígenas. Menos aún para volverlos objetos de teorías de la blanquitud o para montar narrativas neuróticas de conspiración y ventriloquia. El peso de los movimientos indígenas en el Ecuador es proporcional a su resistencia ante abusos físicos, económicos y culturales como los infligidos por el propio correísmo.

Es hora de disputar al correísmo-morenismo el monopolio de las palabras «izquierda» y «progresismo». Después de una década y media de políticas extractivistas, machotas, racistas y blanqueadoras, es intolerable que pretendan, nuevamente, hablar por los sectores populares, quienes pusieron el pecho a las balas que salieron de sus propios mercenarios y sus jefes profesorales. Queda claro que el lugar en este complejo momento político no va de la mano de apoyos irrestrictos que dejan por fuera la crítica profunda al campo popular, a la forma de hacer política o al mismo sistema, y no contemplan las distintas posibilidades que se abren. Pero tampoco existe la posibilidad de construir un proyecto otro que supere el maniqueo escenario correísmo vs anticorreísmo, bajo la lupa limitada de este sector de intelectuales que nos devuelven permanentemente a este lugar sin salida creativa.


3 Replies to “El racismo desvergonzado y el paternalismo del correísmo”

  1. A nombre de la izquierda, del socialismo, se hicieron llamar revolucionarios. Una banda mafiosa, corruptos, acomodaron un discurso para engañar a la población. En esa línea se han acomodado periodistas, seudo analistas, muchos rufianes, pillos y pillas. Se llenaron los bolsillos. Le lavaron el cerebro a buena parte de la población, de ahí se explica el 32% de votos, claro está sumando la parte del fraude.

  2. Muy bien!!! Argumentos en estos tiempos de sin razón entre correístas y anticorreístas. Somo un país más allá de esa pequeña parte de la historia que nos tocó vivir con la revolución ciudadana.

  3. Escuche a ese candidato «indigena» en una entrevista decirle a los dueños de los bancos «conmigo de presidente, ganen dinero»
    Le habrá dicho Correa que declare eso para perjudicarlo???

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